La Comisión de la Verdad y Reconciliación ha
conseguido que se reabra medio centenar de casos relacionados con crímenes
masivos cometidos en los 80 en el país andino, pero desde principios de año la
Corte Suprema ha absuelto a más de una treintena de oficiales. El “lobby” de
los militares se ve arropado por el entorno del presidente, el excapitán
Ollanta Humala, también procesado.
Lima, enviado especial.- Se trata de una fotografía del presidente
peruano Ollanta Humala ya conocida. Sentado sobre un muro, vestido con traje de
campaña, el dedo en el gatillo de un fusil. Esta imagen data de 1992 cuando,
como capitán, se encontraba al frente de la base “antisubversiva” de Madre Mía,
en la región de Tingo María. La fotografía volvió a ser publicada a finales de
agosto por el semanario Caretas para ilustrar una investigación sobre el
entorno presidencial, integrado por antiguos camaradas de combate, miembros de
las fuerzas especiales o de inteligencia, con algunas causas pendientes con la
justicia.
Ollanta Humala, en 1992, cuando estaba al frente de
la base “antisubversiva” de Madre Mía.
Ollanta Humala, en 1992, cuando estaba al frente de
la base “antisubversiva” de Madre Mía. © Caretas
Desde el mes de julio, el presidente Ollanta Humala
mantiene en el cargo como ministro del interior al exgeneral Daniel Urresti,
imputado con relación al asesinato en 1988 de un periodista.
Humala, que se comprometió solemnemente en mayo de
2011, ante un centenar de testigos – entre ellos el escritor Mario Vargas Llosa
–, a« respetar los derechos humanos » y a « no interferir en las
investigaciones », no cumple con su palabra. La Presidencia y su Gobierno
contradicen la doctrina de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), que
en 2003 inició un proceso para judicializar los crímenes cometidos durante la
guerra civil que enfrentó a las fuerzas de seguridad con los maoístas del
Partido Comunista Sendero Luminoso, en las décadas de los 80 y de los 90.
Desde comienzos de año, una treintena de oficiales
han quedado absueltos tras haber sido condenados, la mayoría de ellos en
primera instancia. En enero, la Corte Suprema liberó a dos militares declarados
culpables de cuatro asesinatos en Chirutilla (Puno). En marzo, la misma Corte
dejó limpios a los 27 policías y guardias civiles condenados en primera
instancia por la masacre de Lucmahuayco (Cuzco), que se saldó con 34 muertos,
en 1984. En mayo, la Sala Penal Nacional absolvió al general Paz Figueroa, jefe
del Comando de Reservas y Movilizaciones del Ejército Peruano, condenado en
primera instancia junto con otro oficial, por el secuestro de un profesor en
Huancavelica, en 1991.
En 2003, un antiguo camarada de Humala en Madre
Mía, director de la escuela militar Leoncio Prado, también se benefició de la
clemencia de la Corte Suprema. El coronel Cronwell Espinoza Sotomayor, durante
un tiempo oficial de inteligencia en Madre Mía, fue absuelto por el Alto
Tribunal, tras haber sido condenado a diez años de prisión por el secuestro de
un campesino en 1992. Este militar, contra el que se han presentado 64
denuncias ante la CVR, es conocido como Motosierra en la zona del Alto
Huallaga. Los cadáveres de algunas víctimas de la base “antisubversiva” de
Aucayacu, que dirigía antes de formar parte de Madre Mía, aparecieron
descuartizados.
La deriva del poder judicial en lo que se refiere
al tratamiento de las violaciones de los derechos humanos era previsible. El
presidente peruano, habida cuenta de su trayectoria militar y también judicial,
encarna simbólicamente cierta forma de impunidad. El excapitán Ollanta Humala,
que también ha sido objeto de investigaciones entre 2006 y 2009 por secuestros
y asesinatos cometidos en la base militar de Madre Mía por militares a sus órdenes,
ha logrado el archivo parcial en Lima de estos hechos sobornando a varios
testigos.
A dos años del final de su mandato, el presidente
ha tenido muy presente en dos de sus nombramientos el peso de este primer
círculo. En diciembre, designó jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas al
general Benigno Cabrera, quien fuera su superior en la zona de Tingo María y
también investigado. Acto seguido, en enero, nombró a uno de sus antiguos
adjuntos en la base de Madre Mía, al general Fernando Leguía, jefe de la Casa
Militar del Palacio Presidencial.
Ollanta Humala, en un desfile de tropas, después de
su elección en 2011.
Ollanta Humala, en un desfile de tropas, después de
su elección en 2011. © Reuters
Según consta en el informe final elaborado por la
Comisión Verdad y Reconciliación, publicado en 2003, la guerra civil causó en
Perú cerca de 69.000 víctimas, muertos o desaparecidos, a manos de
organizaciones “subversivas” o de agentes del Estado. Tras haber recogido casi
17.000 testimonios, la CVR concluyó que « el primer paso hacia la
reconciliación » solo es posible « si los autores de los crímenes contra la
humanidad asumen su responsabilidad, comparecen ante la justicia y pagan su
deuda con la sociedad ».
En el informe final, la CVR presentó 47 casos al
Ministerio Público. De estos casos, hay algunos que apuntan directamente a los
presidentes Alan García (1985-90) y Alberto Fujimori (1990-2000). Este último,
quien llegó incluso a otorgarse plenos poderes antes de detener en 1992 a
Abimael Guzmán, jefe de Sendero Luminoso, huyó del país en el año 2000 para
retornar al país, detenido, extraditado por Chile en 2007.
«Los militares ejercen presión institucional contra
el poder judicial»
En 2009, Fujimori fue condenado a 25 años de cárcel
por ordenar, en calidad de « autor intelectual », el asesinato de 15 personas,
entre ellas un niño, en el barrio de Barrios Altos de Lima, en 1991 ; después
el de nueve estudiantes y el de un profesor universitario de la Cantuta en 1992
a manos de militares del “grupo Colina”. Estos asesinatos fueron considerados
crímenes contra la humanidad.
« Pensamos que la condena de Fujimori, confirmada
por la Corte, sentaría jurisprudencia, pero no ha sido así. Los jueces no han
seguido la doctrina y no la han aplicado », se lamenta Sofía Macher, de la CVR,
a preguntas de Mediapart. « En los casos de secuestro y de desaparición,
algunos jueces han desestimado los testimonios de las familias, alegando que no
eran imparciales. Claro que, en este tipo de casos, los únicos testigos suelen ser
las familias... Los militares han aprendido a hacer “lobby” y son muy activos,
mientras que las organizaciones en defensa de los derechos humanos están muy
debilitadas dada la duración de los procesos y ante la falta de medios. »
Más tarde, la Corte Suprema anuló en julio de 2012
las condenas impuestas en primera instancia a los militares del “grupo Colina”
y al antiguo consejero especial de Fujimori, Vladimiro Montesinos. Juzgó que
los asesinatos de Barrios Altos no eran constitutivos de « delitos contra la
humanidad ». Redujo las penas impuestas a varios de ellos, contradiciendo
incluso la sentencia que había dictado contra Fujimori. Sin embargo, la Corte
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) obligó a Perú a dar marcha atrás en
agosto de 2013.
Alberto Fujimori, a la derecha, unos meses antes de
huir con su consejero Vladimiro Montesinos (a la izquierda).
Alberto Fujimori, a la derecha, unos meses antes de
huir con su consejero Vladimiro Montesinos (a la izquierda). © Dr
Único recluso en la cárcel de Barbadillo – situada
en unos terrenos de 10.000 m², en el perímetro del cuartel de la Dirección de
Operaciones Especiales de la Policía –, Alberto Fujimori se ha beneficiado de
condiciones de detención bastante ventajosas. Tiene 800 m² a su disposición que
incluyen cocina, comedor, salón, jardín, taller de pintura, donde se turna para
las guardias una quincena de funcionarios de prisiones. (Aquí se pueden ver las
fotos publicadas por el diario La República, sobre el penal donde está
Fujimori). La Base Naval del Callao acoge en condiciones más estrictas a otros
tres detenidos : el exjefe de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán, el que fuera
mano derecha de Fujimori Vladimiro Montesinos y el propio hermano del
presidente, Antauro Humala, antiguo mayor, que cumple una condena de 25 años
por el ataque de una comisaría que terminó con seis muertos en 2005.
« En estos momentos, los militares ya no piensan
como hace diez años. El Ejército ya no pide perdón por lo que hizo », explica
Carlos Rivera, abogado del Instituto de Defensa Legal (IDL). « Los acusados de
violación de derechos humanos logran establecer mecanismos de presión
institucional contra el poder judicial. Y lo hacen de forma subrepticia o con
declaraciones solemnes de los comandantes generales, la interpelación de un
ministro de Defensa o mediante reacciones políticas procedentes la mayoría de
las veces de fujimoristas. »
Todos los militares imputados – y Ollanta Humala se
encuentra entre ellos – actuaron a las órdenes de Fujimori, quien en junio de
1995 llegó a promulgar dos leyes de amnistía en su propio beneficio, anuladas
más tarde.
Seis meses después de su elección, el presidente
Humala anunció que defendería a sus antiguos camaradas, dijera lo que dijese el
poder judicial. Se refería a la investigación abierta con relación al asalto de
los comandos Chavín de Huántar a la residencia del embajador de Japón, ocurrida
el 22 de abril de 1997, donde se encontraban 72 personas – de las 500 retenidas
en un primer momento – tomadas como rehenes por militantes del Movimiento
Revolucionario Tupac Amaru (MRTA).
Mientras que de forma oficial se dijo que los 14
secuestradores cayeron muertos en el enfrentamiento, lo mismo que dos militares
y un rehén, el primer secretario de la embajada japonesa reveló en 2001 que
tras el asalto vio cómo al menos tres supervivientes se encontraban en manos
del Ejército. Una mujer y un hombre se hallaban en un primer patio, mientras
que el jefe del comando, Eduardo Cruz Sánchez, alias Tito, estaba en un jardín.
Escuchó implorar a la mujer que no mataran a su camarada, después oyó disparos.
Vio cómo el jefe del comando era conducido por los militares.
Tras la denuncia interpuesta por las familias, se
abrió una investigación por « homicidios » y el peritaje demostró que ocho
secuestradores fueron alcanzados por disparos en el cuello. « La posición de
las víctimas parece que era la misma y que su movilidad se vio reducida al
mínimo o fue prácticamente nula », reveló la CVR en 2003. « Estas
constataciones permiten suponer que los subversivos fueron abatidos sin que se
encontrasen en condiciones de defenderse. »Contrariamente a los demás
fallecidos, que recibieron varios impactos en el cuerpo, el jefe del comando
murió de un solo disparo en la cabeza.
Humala «garantiza que ningún miembro del comando
Chavín de Huántar irá preso»
Tras una larga fase de instrucción, el proceso se
encontraba a punto de concluir en enero de 2012 cuando el presidente Humala
aseguró que garantizaba que « ningún comando Chavín de Huántar iría preso ». El
antiguo jefe de Madre Mía, el general Leonel Cabrera, dirigió el comando. La
recomendación de la CIDH que establecía la responsabilidad del Estado peruano
en las tres ejecuciones extrajudiciales en el momento de la liberación de los
rehenes fue determinante para que el presidente hablase. « Estos organismos
internacionales creen que se pueden meter en temas que la jurisdicción peruana
no ha terminado de resolver... », deploró. Eso sí, ni el presidente ni el
Ejecutivo dejan de inmiscuirse.
El comando Chavín de Huántar, con Leonel Cabrera,
ex superior de Humala, en el medio.
El comando Chavín de Huántar, con Leonel Cabrera,
ex superior de Humala, en el medio. © DR
En agosto de 2013, se supo que el presidente del
Poder Judicial, César San Martín, había convocado en mayo de 2012 a la jueza al
frente de las audiencias, Carmen Rojjasi, a una reunión con el ministro de
Justicia – y futuro primer ministro –, Juan Jiménez y Pedro Cateriano, enviado
especial del Estado peruano a la CIDH y futuro ministro de Defensa. La
grabación de esta reunión, hecha pública por el diario La República da idea de
la magnitud de la presión gubernamental ejercida sobre la jueza.
El magistrado agradece a la jueza su « comprensión
» y su « lealtad al Estado » porque el Estado había sido « muy mal defendido »
en este procedimiento. Quería precisar los detalles del futuro juicio. « La
base es decir si hubo o no [ejecución] extrajudicial », dice. « A ver,
Carmencita. Una cosa : si tú dices, hubo ejecución extrajudicial ya de hecho el
Estado es responsable. La pregunta es, esa ejecución extrajudicial ¿ se hizo
por orden de los acusados presentes en el juicio ? » El alto magistrado insiste
: « Uno puede decir : si hay [ejecución] extrajudicial pero no está probado si
fue por orden. Dos, nos hay extrajudicial y en consecuencia nadie tiene nadie.
O tres, hay extrajudicial y en efecto uno de ellos lo ordenó. Hay varias
salidas que uno tiene. Desde luego, en clave internacional basta que se diga
[...] que hubo ejecución para que el Estado se hunda. Eso lo tenemos claro. »
« Y la crisis política », subraya el ministro de
Justicia.
« El peor escenario, sigue César San Martín, es que
se diga que todo fue planificado y que hubo una orden, en consecuencia se
mancha Chavín de Huántar. [...] Es evidente que lo que uno quiere, como Estado,
es que se diga “no hay muerto extrajudicial, murieron en combate”. »
Es preciso que « la sentencia esté bien hecha » y
que « sea y que parezca ser un juicio que se ha dado con plenas garantías »,
especialmente de independencia... « Me he permitido [a la jueza] traerla con
ustedes para que por versión de ella, sepan más o menos por dónde van las balas
y para que ustedes tengan una línea de conversación con sus procuradores y con
el Presidente para que le expliquen cómo es el tema, dónde están los problemas
procesales del caso interno y que pueden merecer con una valoración adicional.
»
« Doctora, la resolución de la sala que preside se
va a ventilar, internacionalmente, o sea, le guste o no », insiste le futuro
ministro de Defensa. De todas formas, « causará impacto ». El ministro de
Justicia concluye : « En su manos, el Perú. »
Ollanta Humala recibe el presidente del poder
judicial Cesar San Martin, en 2011.
Ollanta Humala recibe el presidente del poder
judicial Cesar San Martin, en 2011. © DR
En octubre siguiente, la Sala presidida por Carmen
Rojjasi opta por confirmar la ejecución extrajudicial de Tito exculpando al
antiguo consejero de Fujimori, Vladimiro Montesinos, y a los generales
imputados. Pero lo hace en ausencia de la jueza, que no fue ratificada por el
Consejo Nacional de la Magistratura días antes, aduciendo el « bajo nivel » de
las sentencias que había dictado.
« Desde finales de 2013, hasta el pasado mes de
marzo, el órgano ejecutivo del poder judicial optó por apartar a varios jueces
de la Sala Penal Nacional que vela por el cumplimiento de los derechos humanos
y se da la circunstancias de que los apartados son magistrados que habían
dictado sentencias condenatorias », explica el abogado Carlos Rivera. « No
queda la menor duda de que se apartó a los jueces que mostraron mayor
compromiso en defensa de los Derechos Humanos y así se lo dijimos al presidente
de la Corte Suprema. Estas decisiones van a tener consecuencias en los próximos
años, los nuevos jueces no tienen la misma experiencia. El objetivo pasa por
reabrir el debate sobre una jurisprudencia ya existente, en lo que se refiere a
determinar si el secuestro supone o no delito continuado, si los crímenes
cometidos en los años 80-90 son o no crímenes contra la humanidad, si han
prescrito o no y si los jefes militares pueden ser los autores intelectuales de
estos crímenes... »
En Llocllapampa, «los asesinaron como a animales
que van al matadero»
Estos traslados de jueces hacen más frágil el
proceso en curso. En el caso de la masacre de Accomarca, dos de los tres jueces
han sido trasladados, pero prosiguen con la instrucción del caso en la
audiencia, a razón de media jornada a la semana. Este proceso que se abrió en
diciembre del año 2010 sucedió en la periferia de Lima, en un ala del centro de
detención Castro Castro, en San Juan de Lurigancho. En la masacre de Accomarca,
no se debate sobre si se trató de un crimen contra la humanidad. El 14 de agosto
de 1985, varias patrullas del Ejército llegaron a la aldea de Llocllapampa
donde asesinaron a 69 personas, entre las cuales había 30 menores.
Un día después de la masacre en Accomarca.
Un día después de la masacre en Accomarca. © DR
Esta operación se desarrolló sin que mediara
enfrentamiento alguno. Con el pretexto de celebrar una asamblea, los militares
convocaron a los lugareños, después violaron a las mujeres y encerraron a medio
centenar de personas en dos casas próximas. Entonces ametrallaron a las
víctimas e incendiaron los edificios lanzando granadas. Tras cometer la
masacre, rastrearon el pueblo en busca de supervivientes, asesinando a otros
campesinos, a un anciano, a tres niñas y quemando las casas.
También habían recibido órdenes de no dejar rastro
para así poder atribuir la masacre a Sendero Luminoso. Y tres semanas más
tarde, el Ejército regresaba al lugar de los hechos para acabar con los
testigos. Se elevaba con ello a 78 el número de víctimas ; según las familias,
fueron 114 los asesinados.
Los medios de comunicación solo asisten
puntualmente a la audiencia de este proceso, a la que sí acuden algunos
familiares de las víctimas. « Vengo en representación de mi hermana, que perdió
a dos niños de 6 y 12 años », dice Raúl Baldón. « También mataron a mi hermano,
Severino. Los asesinaron como a animales que van al matadero. Pero los jefes
aquí – señala a los acusados – no quieren reconocer su implicación. » A pesar
de la gravedad de los hechos, tan solo hay un militar en prisión, el lugarteniente
Telmo Hurtado, jefe de una de las patrullas. « Los abogados de los otros
quieren hacerle pasar por loco », explica Baldón.
« Mi padre fue asesinato, pero mi hermana logró
escapar », explica Albino Palacios, también presente en la sala. « Mi hermana
había dado de comer a los militares, quienes le advirtieron : “No hay asamblea,
huye, vamos a mataros a todos”. Se escapó pero lo vio todo. La gente que fue
conducida a sus casas, los soldados que dispararon a las puertas. Los soldados
gritaron como si hubiesen ganado la guerra, me contó mi hermana. »
El jefe de la patrulla habló. Acusado tan solo de «
abuso de autoridad » por la justicia militar, Hurtado continuó su carrera en
Perú sin problema alguno hasta que la CIDH forzó a Perú a reabrir la causa en
2002. Huyó a EEUU y fue detenido y después extraditado. Ha decidido contar cómo
ocurrieron los hechos y las reuniones previas.
« A menudo, en estos casos, tenemos a los autores
directos o a los que dieron la orden, los autores intelectuales », explica
Carlos Rivera, abogado de las familias. « Es muy complejo, porque con
frecuencia es necesario juzgar a uno sin el otro y viceversa. Pero en el caso
de Accomarca, por vez primera, todos los que participaron en los crímenes están
en el banquillo. Tenemos a 28 acusados. Del comandante general a los miembros
de las patrullas que eliminaron físicamente a los campesinos. » Telmo Hurtado,
conocido como el carnicero de los Andes, se enfrenta a sus jefes.
« El general Wilfredo Moll, antiguo jefe militar de
la zona, dijo a Hurtado : “Nunca te he visto y tú no me conoces, no puedes
decir que te di órdenes”, explica el abogado Rivera. Hurtado le respondió :
“Escuche, general Moll, un mes después del crimen, me encontraba en Lima. Desde
Ayacucho, me llamaron para decirme “Busca al general Moll”. General, fui a su
casa, en la urbanización militar de Chorrilllo. Y usted, en su casa, me dio
órdenes de volver a Ayacucho a continuar con la operación de limpieza de
Accomarca. Volví en avión, me esperaban en Huamanga y allí subí a un
helicóptero para continuar con la operación de limpieza que me ordenó”. »
Familias de víctimas piden justicia desde 29 años.
Familias de víctimas piden justicia desde 29 años.
© DR
A pesar de todo, los militares encausados han
aprendido en cuatro años a ver con optimismo el fin del proceso. La amnesia es
la baza de la defensa. En otro caso central, el ocurrido en el cuartel Los
Cabitos (Huamanga), que se celebra una vez por semana en una sala de la Sala
Penal Nacional, las declaraciones de los generales negando tener conocimiento
de las detenciones ilegales se suceden.
La CVR reunió pruebas relacionadas con el secuestro
y la ejecución, a manos de militares, de 138 personas, en Los Cabitos, entre
1983 y 1984, y forzó en 2005 la reapertura de la investigación judicial de 47
casos ocurridos en 1983. Se han identificado los diferentes lugares donde se
interrogaba y torturaba en el cuartel – la piscina, la pocilga –. Antiguos
efectivos han permitido localizar, desde 2005, tumbas clandestinas en un paraje
de 17 hectáreas, situada en el interior del recinto del cuartel. Se habían
plantado cactus sobre las sepulturas para ocultarlas mejor.
En 1985, se construyó un horno crematorio, a
iniciativa del nuevo jefe político militar de la zona, el general Wilfredo Mori
Orzo – igualmente implicado en la masacre de Accomarca – para proceder a la
incineración de los cuerpos, inicialmente para hacer desaparecer los cadáveres
de una fosa común. Los expertos médico-forenses y los arqueólogos desplazados
sobre el terreno han hallado 58 fosas y los restos de 109 víctimas, pero tan
solo 53 esqueletos completos. El 20 de septiembre pasado, la Fiscalía presentó
un jirón de ropa hallada en las tumbas como prueba para proseguir con el
trabajo de identificación de los desaparecidos.
Expertos médico-forenses en el sitio de las tumbas
clandestinas ; atrás, el horno crematorio.
Expertos médico-forenses en el sitio de las tumbas
clandestinas ; atrás, el horno crematorio. © DR
El 20 de agosto, el general encargado de la
logística de Los Cabitos prestó declaración como testigo.« ¿ Pudo ver que
policías conducían a sospechosos conducidos al cuartel ? » « ¡ Nunca ! »,
responde.« ¿ No había estancias pequeñas donde se retenía a los sospechosos ? »
« Nunca. » « Sabe que había muchas denuncias relacionadas con las
desapariciones que se atribuyen al personal de Los Cabitos. Era público, en los
periódicos... » « No me consta. » « ¿ No lee los periódicos ? » « No me consta.
» « Durante sus funciones, ¿ era consciente de lo que sucedía en el cuartel ? »
« Por supuesto que era consciente. » « Es todo, gracias. »
PAR KARL LASKE
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